Cuando mi vida se vació
de sentido, corté el cordón umbilical que aún quedaba y me
sujetaba al suelo. Ahora navego a la deriva en un océano de
sentimientos revueltos. Antes reía cada día, ahora me cuesta no
llorar.
He visto cómo se
instalaba ese pilotito rojo que, sin apagarme del todo, me impide
seguir emitiendo señales.
Cuánta dificultad para
conectar. Cuánto aislamiento, no sé si buscado pero sí encontrado.
Hoy siento que el Cielo y
la Tierra han dejado de sonreírme. Y me invade la tristeza, la
melancolía, la soledad infinita. Veo las nubes blancas pasar por ese
cielo azul que casi puedo tocar con mis manos... y no comprendo nada.
He dejado de entender por qué sigue sobre mi cabeza esa nube negra,
niebla persistente que me impide ver algo más allá de un abandono
crónico. No lo entiendo.
Dudo de mi existencia. Veo
tan lejano ese mundo real que se refleja en la irrealidad de detrás
del espejo. Quizás no sea yo quien se encuentre frente a él, puede
que sólo sea una ilusión óptica. Una ilusión que desdibuja el
reflejo refractado en un lago de cristalina superficie.
Cada día me propongo, me
esfuerzo en salir adelante, y cada día veo cómo mis ilusiones
chocan contra un muro. Ya no me importa si se trata del muro de la
incomprensión o de la oxidación que corrompe cada lugar hacia donde
dirijo mi empeño.
Qué corto se hace el
infinito, cuando el vacío de la hipocresía envuelve cercando tu propia vida.
Desde mi lado del espejo... Y sigo sin entender.
Yul.
Si lees ésto y quieres escuchar la canción que me apetece compartir contigo en este momento, es este tren descontrolado, pinchando en este link:
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