Miraba con los ojos
cerrados, fijos en el roce de su piel, sintiendo el deslizar de cada
gota de sudor. Sabía que ya todo se había evaporado, que el amor
desapareció hacía tiempo.
Nubes negras anunciaron la
tempestad, un rayo de sol desdibujó el rastro de esperanza.
Como un puzle, ellos que
un día fueron uno, se rompieron en mil pedazos.
Filtraron los
sentimientos en el embudo de aquel viejo reloj de arena. Nadando
contra corriente en un mar de sensaciones, a ratos dejaban secar sus
emociones sobre la roca de realidad que los aplastaba.
Sólo la luna podía
entender la rabia contenida, sólo en su luz afloraban las sombras de
un pasado fugazmente feliz.
Y en silencio, el
desprecio rotó, trasladando mareas de infiernos viscerales,
dejándolos caer en las profundidades abismales de la Nada más
absoluta.
Yul.