No todos los días son
iguales. Ni todos los momentos se viven igual. Pero sí que hay
frases que se van repitiendo, como estribillo de una canción. A
veces pienso algo que, al escribirlo, recuerdo ya haberlo vivido o
al menos pensado. Sin embargo, hoy he vuelto a leer algo de lo que
hace tiempo escribí, y no lo he reconocido. Lo recuerdo, sí, pero
no recuerdo cómo lo escribí.
Recuerdo, recuerdos... no
consigo recordarme. Y pienso que me veo desde fuera, creo que siempre
lo he hecho. Cada vez que he visto una foto mía, he hablado de mí
en tercera persona. Y ahora, algo así es lo que hago. Es lógico.
Escribo sentimientos. Y los sentimientos sólo los puedo sentir en el
instante en el que los siento. Como una fotografía congela un gesto.
No me conoces, sin embargo
vienes a encontrar lo que he dejado para ti. Como en un buzón, voy
dejando mis cartas y tú vienes a recogerlas. Así es como he
empezado a pensar. Sé que has estado, aunque no sé quién eres.
En este momento hablo
contigo, que estás a miles de kilómetros. Que eres capaz de doblar
el espacio, no para distanciar, sino para recortar la distancia.
Doblar, como se dobla un mapa para hacer coincidir dos puntos
distantes. Atravesando el túnel, para llegar al otro extremo, en
línea recta.
He sentido que hay algo
que te ha atraído. Y como un imán, te ha traído hasta este punto
de intersección. Por un momento, he dejado de estar sola. Me alegro.
Si te apetece, vuelve. Por
aquí seguiré, supongo. Distinta, porque no puedo ser siempre la
misma.
¡Un cordial saludo!
Yul.