miércoles, 6 de julio de 2011

La Reina de las Abejas.




Yo, sólo yo, La Reina de las Abejas.
Una Reina en un Mundo de las Maravillas. Una Abeja en una Colmena caótica y desordenada. El Mundo de detrás del Espejo. El Mundo al revés. El ciego que ve. Los visionarios absurdos. El sabio, torpemente necio, retrógrado y obsoleto, que no ve más allá de sus sucias narices. La desinformación del poder, al poder. La retribución de la negligencia. La estrategia del desamparo. La exaltación de la destrucción... Un Reino, donde reinó la Cordura. La Belleza fue su bandera. La Alegría, su himno. El Sol, su centro. La Luz, su frontera.

Y un día saltó la alarma... Y un día... hubo una alarma, que saltó.
Pero, ya nada tenía sentido. Ya todo estaba perdido. Ya era hora de desencanto y desolación. Ya sin aire que respirar. Ya pesadumbre y hedor.

Y la Reina pasaba, pisaba cada muerto, que crujía bajo sus pies. Y su corazón sangraba. Pero en sus ojos no quedaba una lágrima que limpiara su visión.

La necedad era mucho más fuerte y desoladora que cualquier bomba ¿atómica? ¿nuclear?...  Ningún cerebro humano podría nunca llegar a inventar algo tan devastador.
Cuántas veces se inundó de tristeza su pensamiento. Cuántas, cerró sus ojos para no ver.

Desató su Ira. No pudo, no quiso evitarlo.
Respirando desde dentro, su propio aire, el único que quedaba en todo su Reino. La Presión, la inundó. Y la Implosión lo barrió todo. Porque todo se incineró, hasta la última partícula.

 Yul